viernes, 19 de agosto de 2011

¿Sólo defensores morales?: Una conversión que rompe silencios


Por Oscar Guerra

Una marea de libertades civiles y una marea de organizaciones contra-movimiento que distintos líderes cristianos evangélicos han ido conformando. El escenario actual, el cual ha llevado a que las iglesias evangélicas salgan a la palestra y se interesen por lo político a causa de que los principios morales tradicionales se encuentran en peligro, el peligro de los tiempos. Pero la pregunta es: ¿Nuestro mundo, nuestras autoridades, nuestros amigos, por ser más conservadores morales, serán más o menos salvos?  ¿Qué haría Jesús frente a este supuesto escenario de “decadencia moral”?.

            Como la política comienza a ser un campo que se debe ocupar por parte de la “iglesia” para evitar la decadencia moral y la pérdida de ciertas “libertades”, es entonces ahora cuando la pregunta de la relación de Jesús y la política cobra un sentido más explícito. Pues al fin y al cabo sea de la forma en que veamos la vida, la Biblia, el cielo y la tierra, existe algo que nadie puede negar y tampoco debemos olvidar, lo cual es que para todas las áreas de nuestra vida, el modelo perfecto de vida es Cristo y por tanto no existen o no deberían existir referentes más importante que el de la revelación perfecta. Mirar y vivir su ministerio debiese ser el primer punto de acercamiento para pensar este mundo en el que la política parece ser un campo ineludible de la fe (algo cuestionable).

            El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor (Lucas 4. 18)

            El reino mesiánico de Cristo, no sólo rompe los esquemas políticos del mundo judío de la época, sino que rompe las vías intimistas de corrientes altamente moralistas y religiosas como el fariseísmo, así como las corrientes carismáticas y en parte semíticas de Juan el Bautista. Este reino tiene una voluntad, una misión, una visión clara y está puesta en Cristo, no existe ni más ni menos, pues es la revelación perfecta. El costo para los que quieran seguirle por tanto, es el rompimiento de nuestras tendencias actuales, para ponerlas en el reino que Cristo vino a anunciar y a realizar. “Las nuevas enseñanzas no constituyen una amenaza mientras el maestro está solo. Pero un movimiento que extiende su personalidad tanto en el tiempo como en el espacio (Historia), y presenta una alternativa para las estructuras existentes hasta ese momento, desafía al sistema de una manera en que las meras palabras nunca podrían hacerlo (Yoder,1985,36). El mensaje de Cristo no sólo en ese momento, sino hasta la consumación de los tiempos no ha de variar en nada y la Gran comisión extiende este ministerio. Las funciones de la iglesia pueden ser discutidas por corrientes teológicas, denominacionales o de cualquier tipo, sin embargo, si hay algo que discutir es innecesario pero omitible por el desafío que propone, es que el ministerio a nivel colectivo y a nivel individual al cual estamos llamados, tiene como objetivo la imagen de Cristo. Una alternativa a las estructuras de este mundo, las cuales no sólo son morales, sino que son sociales y económicas.

            La mala reputación de las multitudes que seguían a Cristo no sólo hablan de un ministerio centrado en los desechados o perdedores del sistema social y religioso, sino que se componía de multitudes y hombres llamados a una conversión total, con consecuencias totales y radicales en el mundo que les acogía. Los que no creen en su nombre son condenados, excluidos de la vida eterna. No importa lo sincero o religiosos que sean, ni lo ocupados que estén haciendo buenas obras; todos deben nacer de nuevo (MacArthur, 1991, 45).

            El llamado individual y colectivo del ministerio de Cristo, no sólo es el modelo perfecto para nosotros sus seguidores sino que nos confronta al como intervenimos en el mundo. ¿Hemos de intervenir sólo por cuestiones morales? ¿Olvidando que Cristo tiene todo el poder de transformar vidas?, acaso ¿La conformidad con el sistema económico- social en la actualidad nos acerca al ministerio de Cristo? Definitivamente las respuestas no están ni en José, ni en Abraham, ni en Salomón, ni en Pablo; Las respuestas están en Cristo y si la iglesia sólo pretende entrar o pretender cosas en lo político, o sea lo público en cuanto a lo moral, será mejor que mire a Cristo, se acerque a los que juzga y se pregunte si la forma de pensar el orden social y la filosofía actual que sería el liberalismo triunfante, tiene los mismos defectos y contradicciones de aquel orden político, religioso y económico que desafió Cristo, con su vida, su ministerio y su comisión a los que conformamos su reino. ¿A quién y por quién nos hemos convertido? Desafío a la acción para todos, incluyendo al que escribe de transformar este mundo y no conformarnos con un sistema que no sólo nos exalta como individuos sino que nos aleja de la forma de vida y de acción de Cristo y la iglesia primitiva.

            Porque no envió Dios a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Juan 3.17)




¿Ser cristiano en el siglo XXI?




Por Marco Alvarez


             No es novedad afirmar que el cristianismo se ha instalado en nuestra sociedad latinoamericana como un fenómeno sociocultural hegemónico. En efecto, podemos identificar en la historia de América Latina distintos momentos en que “lo cristiano” es asentado y arraigado a los aspectos sociales y culturales de la gran mayoría de los países latinoamericanos. Desde las primeras expediciones europeas hacia nuestro continente el cristianismo ostentado por la iglesia católica llega a punta de espada. En efecto, de los más de setenta millones de indígenas preexistentes sólo quedaron tres millones y medio de almas. (Veksle, 2003) Con la llegada de las colonias protestantes el escenario no varió mucho, de hecho se barrió totalmente con los habitantes originarios en la zona de América del Norte, claro, en nombre del dios “cristiano”. De esta manera América debido a su riqueza natural fue y ha sido un gigantesco botín, el cual ha sido repartido entre las distintas potencias económicas mundiales y gigantes privados de cada época. Todo esto trajo consecuencias nefastas para la vida del continente produciéndose el doloroso e injusto hecho en el que la pobreza del hombre latinoamericano se produce a partir de la riqueza de su propia Tierra. (Galeano, 1971)


 Ha pasado el tiempo y el fruto de diversos procesos sociales ha dejado un continente azotado, mutilado y cansado de las injusticias que se desprenden de los modelos políticos-económicos establecidos en los distintos países. Modelos que simplemente no responden a las necesidades de los habitantes del continente. Modelos que agudizan las desigualdades y golpean de forma brutal a los “leprosos” de nuestra sociedad: los más desposeídos, a los enfermos, estudiantes, trabajadores, adultos mayores que han sido desplazados y olvidados.  En este contexto pareciera ser que históricamente el cristianismo no tiene mayores problemas y ha guardado silencio frente a estas problemáticas sociales, incluso pudiendo convivir con ellas.

 Cuando leemos de un Jesús que estuvo lejos de ser una persona aislada de la comunidad o de la realidad política y social de su entorno, se hace inevitable preguntarnos qué tipo de cristianismo nos han heredado y se nos ha impuesto con el pasar de los años. Tanto desde el mundo católico como desde lo protestante Seguramente nos encontraremos con un “cristianismo” funcional a las máximas de nuestros tiempos, que no cuestiona, no confronta y no se preocupa por una verdadera espiritualidad. 

Al leer en la Biblia el modelo de Cristo y su ejemplo de vida en la tierra, realmente vemos el patrón de espiritualidad cristiano auténtico. Junto con ello quedan al descubierto las enormes contradicciones y falencias del cristianismo actual. En respuesta tenemos dos posibilidades: defraudarnos o buscar realmente a Cristo. Un gran desafío para los cristianos de hoy y del mañana será adentrarnos en la búsqueda del Cristo que está vivo, que ha sido tergiversado a través de la historia, que nos invita a conocerle y nos confronta a seguirle, a ser discípulos suyos, y por ende, a renovar nuestras vidas, sincerar nuestras convicciones más profundas, a tener una relación personal con El, en definitiva, a transformar nuestra mentalidad y espiritualidad.

El desafío, si bien apunta hacia un cristianismo que se preocupe de la Justicia Social, en primer lugar comienza por una verdadera conversión personal, una revolución antropológica que altere nuestras prácticas, creencias, hábitos, que han sido modelados por una sociedad decadente. Hoy vivimos en un verdadero totalitarismo, donde los sistemas religiosos e incluso los programas político-económico más revolucionarios sucumben ante los valores dominantes del neo-liberalismo. (Aguirre, 1988) Es en este escenario de verdadera decadencia social-espiritual donde se hace inminente y necesario, como se dijo anteriormente, volver al Jesús de la Biblia forjando una Espiritualidad Cristiana Contra-hegemónica que se base en el poder de Dios a través de su Espíritu Santo, la importancia de la oración, la relación personal con Dios y el amor hacia el prójimo. Una espiritualidad poderosa y comprometida, que se levante desde comunidades de fe que sigan el consejo del apóstol Pablo: que no se conforme a este mundo, al contrario que se transforme por medio de la renovación del entendimiento. De esta forma podremos comenzar a caminar o retomar el camino hacia lo que Dios quiere para nuestras vidas, para nuestra historia y nuestro devenir, en definitiva orientarnos hacia su voluntad. (Romanos 12:2)

lunes, 20 de junio de 2011

El Publicano


Lucas 18. 9- 14

Objetivo General: Nos proponemos generar instancias de conocimiento, reflexión y acción en torno a la figura de Cristo, como modelo perfecto de transformación personal y social.




¿Qué?



El Públicano” busca conformar una mirada de la realidad de  la Iglesia de hoy, a partir de la imagen perfecta del Cristo y su ministerio en la tierra.

Nos planteamos como un espacio de opinión y acción, por el cual la conjunción de la la oración y la justicia social estén presentes y permitan generar en primera instancia una plataforma a partir de un boletín de difusión transversal que permita tanto a los que participamos como a los que puedan acceder a este, confrontar nuestras vidas actuales y nuestro rol en la sociedad a partir del modelo perfecto de Cristo.  Nuestra razón de ser tiene relación con la necesidad de responder a su llamado, a no tener miedo a preguntar, ni tampoco al costo de jamás conformarnos con este siglo, sus tiempos, sus injusticias y sus opresiones. Creemos que ante esto Cristo se presenta como el Liberador de la humanidad.


Esperamos en un futuro generar un espacio de mayor organización que no sólo promueva conocimiento y reflexión, sino que puesta en la labor ministerial de servicio a los otros. Un evangelio vivo.






¿Por qué?


Frente a una realidad en que la Iglesia se enfrenta a una serie de crisis y desafíos, se hace necesario asincerarnos y generar reflexiones en torno a la compleja radiografía que del cristianismo presenta en la actualidad. Creemos imposible concebir el ministerio de Cristo, sin su fuerza y su poder de transformación en las personas, y en consecuencia, en la sociedad. Que ejerció su ministerio y que permite ver una disonancia o lejanía de la Iglesia actual, de la cual somos parte.

Pensamos urgente generar una mirada que esté centrada en Cristo y en el desafío de su ministerio a nuestra actual forma de vida, nuestra actuales formas de religiosidad, de concebir la sociedad, de cuestionar y confrontar prácticas, hábitos, y patrones lejanos a su perfecto ejemplo.

Con todo, el Publicano se dirige hacia la conformación de espacios nuevos, hacia el refresco de las nuevas generaciones de cristianos, hacia la obediencia del llamado que conciliamos sólo en  Dios.

Porque Cristo nos mostró que su evangelio no es teoría y que su reino no consiste en un reino sólo de buenas personas. Sino de discípulos, amigos  e hijos de Dios comprometidos con el Reino de Dios en la Tierra.